sábado, 5 de diciembre de 2009

Aportes de Charles Sanders Peirce, Roland Barthes y Umberto Eco a la semiótica.

Universidad Católica Cecilio Acosta
Facultad de Ciencias de la Comunicación Social
Escuela de Comunicación Social
Mención: Desarrollo Social
Programa de Estudios a Distancia
Asignatura: semiótica de la comunicación











Aportes de Charles Sanders Peirce, Roland Barthes y Umberto Eco a la semiótica.













Alumno:
Roman Teodoro Colina Moreno
C.I.: 17.827.673



Maracaibo; diciembre de 2009


Describa los aportes de mayor relevancia de Charles Sanders Peirce, Roland Barthes y Umberto Eco a la semiótica.


Charles Sanders Peirce:
Nació en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos de América (10 de septiembre de 1839 - 19 de abril de 1914) y fue un filósofo, lógico y científico estadounidense. Es Considerado el fundador del pragmatismo y padre de la semiótica moderna.


Aunque realizó importantes contribuciones a la lógica deductiva, Peirce estaba principalmente interesado en la lógica de la ciencia y, más especialmente, en lo que llamó abducción (como complemento a los procesos de deducción e inducción), que es el proceso por el que se genera una hipótesis, de forma que puedan explicarse los hechos sorprendentes. En efecto, Peirce consideró que la abducción estaba en el corazón no sólo de la investigación científica sino de todas las actividades humanas ordinarias.

Entre sus aportes a la semiótica podemos mencionar:
Frente a la concepción dualista que tiene su origen moderno en el lingüista Ferdinand de Saussure, para Peirce las palabras, los signos, no son sólo lo que está en nuestro discurso en lugar de las cosas, sino que, sobre todo, signo es lo que al conocerlo nos hace conocer algo más. Esto supone un contraste con los filósofos de la Edad Moderna, pues tanto racionalistas como empiristas sostuvieron que tenemos un conocimiento directo e infalible de nuestros propios pensamientos, y en ese conocimiento fundaron tanto la ciencia como la autonomía moral del individuo.
Desde sus primeros escritos Peirce rechazó tajantemente tanto el dualismo cartesiano como la tesis de Locke de que todo pensamiento era percepción interna de ideas. El ariete de toda su reflexión es la comprensión de la estructura triádica básica que conforma la relación lógica de nuestro conocimiento como un proceso de significación. La función representativa del signo no estriba en su conexión material con el objeto ni en que sea una imagen del objeto, sino en que sea considerado como tal signo por un pensamiento. En esencia, el argumento es que toda síntesis proposicional implica una relación significativa, una semiosis (la acción del signo), en la que se articulan tres elementos:
1) El signo o representamen (que es el nombre técnico que emplea Peirce), es algo que está para alguien en lugar de algo bajo algún aspecto o capacidad. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizá un signo más desarrollado. Ese signo creado es al que llamo interpretante del primer signo. Este signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de algo no en todos sus aspectos, sino sólo en relación con alguna idea a la que a veces he llamado la base (ground) del representamen
2) El objeto es aquello por lo que está el signo, aquello que representa.
3) El interpretante es el signo equivalente o más desarrollado que el signo original, causado por ese signo original en la mente de quien lo interpreta. Se trata del elemento distintivo y original en la explicación de la significación por parte de Peirce y juega un papel central en toda interpretación no reduccionista de la actividad comunicativa humana. Este tercer elemento convierte a la relación de significación en una relación triádica —frente a todo dualismo cartesiano o estructuralista post-saussureano—, pues el signo media entre el objeto y el interpretante, el interpretante relaciona el signo y el objeto, y el objeto funda la relación entre el signo y el interpretante.
Todo signo es un representamen. Representar es la operación más propia del signo, es estar en lugar del objeto «como el embajador toma el lugar de su país, lo representa en un país extranjero». Representar es «estar en una relación tal con otro que para un cierto propósito es tratado por una mente como si fuera ese otro. Así, un portavoz, un diputado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, una descripción, un concepto, un testimonio, todos ellos representan, en sus distintas maneras, algo más a las mentes que los consideran». Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un signo es desentrañar su significado. El representamen no es la mera imagen de la cosa, la reproducción sensorial del objeto, sino que toma el lugar de la cosa en nuestro pensamiento. El signo no es solo algo que está en lugar de la cosa (que la sustituye, con la que está en relación de «equivalencia»), sino que es algo mediante cuyo conocimiento conocemos algo más. Al conocer el signo inferimos lo que significa. El representamen amplía así nuestra comprensión, de forma que el proceso de significación o semiosis llega a convertirse en el tiempo en un proceso ilimitado de inferencias. Por ello los signos no se definen sólo porque sustituyan a las cosas, sino porque funcionan realmente como instrumentos que ponen el universo al alcance de los intérpretes, pues hacen posible que pensemos también lo que no vemos ni tocamos o ni siquiera nos imaginamos.
Las personas o intérpretes son portadores de interpretantes, de interpretaciones. El signo crea algo en la mente del intérprete, y ese algo creado por el signo, ha sido creado también de una manera indirecta y relativa por el objeto del signo. En este sentido, puede decirse que la aportación capital de Peirce consiste en poner de manifiesto que, si se acepta que los procesos de significación son procesos de inferencia, ha de aceptarse también que la mayor parte de las veces, esa inferencia es de naturaleza hipotética («abductiva» en terminología de Peirce), esto es, que implica siempre una interpretación y tiene un cierto carácter de conjetura. Nuestra interpretación es siempre falible, esto es, puede ser siempre mejorada, corregida, enriquecida o rectificada.
Tipos de signos, según Peirce
Para Peirce, existían 3 clases de signos. En primer lugar las semejanzas o íconos, que sirven para transmitir ideas de las cosas que representan imitándolas. En segundo lugar las indicaciones o índices, que muestran algo sobre las cosas por estar físicamente conectadas con ellas y los signos generales o símbolos, que han sido asociados con su significado por el uso.
Peirce planteó que había una progresión regular entre los tipos de signo y dijo que la semejanza no tiene una conexión dinámica con el objeto que representa, sino que sus cualidades se parecen a las del objeto y provocan sensaciones análogas, mientras que el índice está conectado con el objeto por lo que constituyen lo que Peirce denomina un par orgánico y el símbolo está conectado con el objeto en virtud de la idea de la mente que usa esos símbolos.
Para Peirce, los símbolos no indican cosas en particular sino que denotan una clase de cosas y crecen, ya que llegan a existir mediante el desarrollo de otros símbolos, que tienen parte de semejanza y de símbolo.
Roland Barthes:
Fue un escritor, ensayista y semiólogo francés nacido en Cherburgo, el 12 de noviembre de 1915 y falleció en París el 25 de marzo de 1980.
Fue nombrado jefe de estudios de la Escuela Práctica de Altos Estudios, organismo donde se dedicó a la desarrollar una sociología de los símbolos, los signos y las representaciones. A partir de esta fecha su nombre empezó a crecer gracias a sus libros, artículos y docencia.
Una parte de la obra inicial de Barthes, si bien heterogénea y a menudo abstracta, puede ser accesible con una lectura metódica y concentrada; los conceptos propuestos para el análisis semiológico, en un primer momento provenientes de lingüistas como los ya citados y Hjelmslev y otros van derivando a una especificidad mayor que permite avanzar por el entonces poco transitado camino de la Semiótica, que desarrolla en su libro Elementos de Semiología. Donde analiza las principales aportaciones de diversos autores sobre el campo de la semiótica o semiología en su tradición más francófona y estructuralista. Barthes plantea en el libro que la semiología tiene por objeto todos los sistemas de signos, cualquiera fuere la sustancia y los límites de estos sistemas. El autor francés cree que los elementos que componen la semiología se derivan a la lingüística estructural y son: la lengua y el habla, el significado y el significante, el sintagma y el paradigma y la denotación y la connotación.
Su producción literaria experimentó diversas evoluciones: desde unos orígenes sartrianos y brechtianos matizados, desarrolló después una investigación propiamente semiológica, con un interés especial por la lingüística. Durante un tiempo se interesó por el campo «textual»: la obra literaria considerada desde diversos puntos de vista, nunca unilateralmente, y que implicaba, o bien una filosofía del sujeto de tipo psicoanalítica o bien una filosofía de la sociedad de tipo marxista o político. Roland Barthes considera que la intención de un autor al escribir una obra, no es el único anclaje de sentido válido a partir del cual se puede interpretar un texto. Él considera que en la literatura se pueden encontrar otras fuentes de significado y relevancia. Puesto que el significado no está dado por el autor, éste debe ser creado activamente por el lector a través de un proceso de análisis textual.
En 1953 escribió su primer ensayo, Le degré zéro de l'écriture, le siguieron un original Michelet, y sus Mythologies, que le dieron merecida fama por su agudeza sociológica. En 1963 publicó un polémico Sur Racine y al año siguiente apareció una recopilación excelente de Essais critiques, que se tradujo a varios idiomas. Su breve trabajo Critique et vérité sirvió para defender a la nueva crítica, en 1966. Luego, publicó dos libros más técnicos, Système de la mode y S/Z, una lectura de Balzac.
En S/Z, de 1970, realiza un análisis extenso de una historia breve, el Sarrasine de Honoré de Balzac, donde pretende identificar otras fuentes de significado y de relevancia. Con su lectura tan abierta, establece cinco grandes códigos que determinan los tipos de significado, y que pueden encontrarse en un texto a través de múltiples lexias. Estos grandes códigos lo llevaron a definir que las historias tienen la capacidad de ofrecer una pluralidad de significados, si bien ésta se halla limitada por otros elementos formales, como es la secuencia lineal de la escritura: al ser una línea temporal definitiva, que debe ser seguida por el lector, restringe su libertad analítica e interpretativa. De este proyecto concluye que un texto ideal debiera ser reversible; es decir, abierto a una gran variedad de interpretaciones diferentes. Un texto solo puede ser reversible al evadir los artefactos restrictivos que Sarrasine tiene, por ejemplo las líneas temporales restrictivas, así como definiciones exactas de eventos. Él lo describe como la diferencia entre un texto «escribible», en la cual el lector reinterpreta libremente y adquiere un papel activo en el proceso creativo; y un texto «legible», en los cuales se restringen estas posibilidades y son textos simplemente leídos. Este proyecto le ayudó a identificar lo que él buscaba en la literatura, la apertura para múltiples interpretaciones. Su noción de textos escribibles es similar al concepto del hipertexto, el cuál será desarrollado posteriormente por otros autores.
Umberto Eco:
Es un escritor y filósofo italiano, nacido en Alessandria, Italia; 5 de enero de 1932, experto en semiótica.
Publicó sus importantes estudios de semiótica Obra abierta 1962 y La estructura ausente 1968, cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica, de la que es secretario.
Escribió en 1975 el “Tratado de semiótica general”. Como su propio nombre indica, este ensayo pretende ser - a modo del Curso de Lingüística General de Saussure-, un tratado cuya finalidad es definir y constituir la ciencia semiótica, su terminología y sus contenidos, partiendo del concepto general con el que el mismo Saussure intuye que debe ser el fin de esta ciencia, esbozando sus propósitos y sus límites. Intenta unificar sus investigaciones semióticas desarrolladas hasta hoy para elaborar una teoría global de todos los sistemas de significación y de comunicación. Este proyecto de semiótica general comprende dos partes fundamentales, dialécticamente independientes: una teoría de los códigos, que intenta explicar la organización cultural de cualquier sistema significativo, y una teoría de la producción de signos, que reelabora los planteamientos tradicionales en este campo, sustituyendo la tipología de los signos por una tipología de los signos por una tipología de los modos de producción de signos. Es, hasta el momento, el proyecto más serio y fundado de acometer este estudio.
Este estudio intenta fijar los límites de una teoría semiótica, clasificándolos en dos tipos: los políticos (los académicos, los cooperativos y los empíricos) y los naturales, que dependen de la misma concepción del signo. Dentro de estos últimos ha indicado un umbral inferior, en donde se excluyen del ámbito semiótico los estímulos y la información física; y uno superior, en donde el concepto de cultura es fundamental. Se encuentra aquí el problema al que nos enfrentamos en este punto.
Frente al llamado imperialismo semiótico, Eco (1976) ha formulado dos hipótesis sobre la relación de la semiótica con la cultura:
"(i) la entera cultura debe ser estudiada como fenómeno semiótico; (ii) todos los aspectos de la cultura pueden ser estudiados como contenidos de una actividad semiótica. "
No cabe duda de que el problema reviste una gran complejidad. Aceptando los límites de la semiótica señalados por Eco (1975), es posible todavía encontrar otro límite natural en la semiótica: uno metodológico. La semiótica es una disciplina que se constituye siempre como un discurso sobre los sistemas significativos a los que ella misma no puede modificar. Es decir, todo discurso semiótico es siempre un metalenguaje respecto a un lenguaje objeto. Metalenguaje que, desde luego, intenta analizar los códigos semióticos y los procesos significativos, las formas y los contenidos del lenguaje objeto y que lógicamente deben estar constituidos para poder ser analizados... No se afirma que no puedan ser objeto de estudio de la disciplina llamada semiótica todos los actos de dar significado, se niega si, que el discurso semiótico (de la disciplina) pueda dar los significados del lenguaje que está estudiando.
En consecuencia, la relación metalingüística que la "semiótica" mantendrá con su lenguaje-objeto es como aquellos del tipo 3) de los lenguajes naturales. En este sentido, es posible agregar a los límites que Eco señala en el Tratado de semiótica general un nuevo límite natural, metodológico; para poder analizar un sistema de signos (un lenguaje) la semiótica (como disciplina) tiene que tener su objeto constituido.
La pretensión de que a través de algunos instrumentos "semiótico" se podrán interpretar de una mejor manera ciertos textos, no toma en cuenta que su discurso tiene relaciones metalingüísticas con el texto en el sentido 2) de la tipología propuesta. Todo discurso tendiente a determinar la interpretación de signos adquiere una relación metalingüística que es capaz de establecer un nuevo sentido a los propios signos por lo que puede cambiar el código -en el sentido semiótico - del propio texto al que se refiere, -es decir, puede modificar el sistema en el que se establecen las interrelaciones entre signos-. La interpretación de signos es siempre un arte que se puede desarrollar con diversas técnicas, sean éstas tradicionales o novedosas.
Pretender calificar como actividad del "semiótico" (versado en disciplina semiótica) todo acto de atribución de significado, significa elevar a la categoría de "semiótico" (versado en disciplina semiótica) a todo miembro del género humano, ya que sólo es posible pensar a través de signos. En esta perspectiva todo hombre y toda mujer que haya existido en un "semiótico" (versado en disciplina semiótica). Resulta evidente que este calificativo antes que ayudar confunde.
La tesis de que es posible la utilización de herramientas para revelar el real contenido de un texto peca, o bien de ingenuidad, o bien de malicia. De ingenuidad si se desconoce que los hombres han dado interpretaciones a los textos desde hace millares de años y prácticamente desde que el hombre es hombre, sin auxilio de ninguna "herramienta semiótica". A mayor abundamiento, aún hoy estadísticamente son poquísimos aquellos que conocen algo de la disciplina, lo que haría suponer a la mayoría de los hombres como incapaces de interpretar.
Umberto Eco cuando trata los sistemas de signos, observa con justa razón que pueden ser más o menos rígidos, más o menos flexibles. Los sistemas "rígidos", como el de los semáforos o la estructura del sistema fonológico de una lengua, parecen más objetivables -por tanto, más fácilmente descriptibles en términos formales- que los sistemas "flexibles", como por ejemplo la función narrativa en los cuentos de hadas rusos. La hipótesis subyacente es que el conjunto de fenómenos considerados y aislados por este acto fundador posee una organización y articulaciones internas autónomas. Un buen ejemplo de este enfoque es el "sistema de la moda" de R. Barthes en el que el campo estudiado está delimitado a priori a las producciones de los semanarios de moda (el "discurso de la moda"). Para Eco, una semiótica específica puede aspirar a un estatus científico en la medida en que considere fenómenos "razonablemente" independientes de su observación y que concierna a objetos relativamente estables. Habremos de observar que este criterio de independencia del fenómeno frente a la observación no podría constituir un criterio absoluto (puesto que, incluso, esto tampoco se verifica en las llamadas ciencias exactas) y que, además, puede verificarse, quizás, de manera diferente pero siempre válida, en los casos de los fenómenos de significación.
En efecto, en el primer caso se produjo un modelo que se resume en la fórmula que liga a los cuerpos pesados mediante la existencia de una fuerza que depende de sus masas respectivas y de la inversa del cuadrado de su distancia. La aplicación de esta fórmula confiere a todo experimentador un poder de previsión que le asegurará el dominio completo de esta clase de fenómenos. En el segundo caso, puede adoptarse una actitud semejante; sin embargo no podría plantearse a priori que la cientificidad deba conducir, como en el caso precedente, a un dominio completo. Simplemente, es necesario considerar que un paso hacia el conocimiento y, en consecuencia, hacia un cierto dominio de estos fenómenos, se concreta desde que un modelo, que puede ser cualitativo, permite reducir lo arbitrario de su descripción. .









Bibliografía

http://www.lsf.com.ar/libros/05/TRATADO-DE-SEMIOTICA-GENERAL/default.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Roland_Barthes
http://encontrarte.aporrea.org/teoria/perfiles/45/
http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Sanders_Peirce

http://biblioteca.itam.mx/estudios/estudio/letras18/textos3/sec_10.html

2 comentarios:

  1. TRABAJO UNIDAD IV EVALUADO (MARACAIBO).
    Saludos!
    Le felicito por su TRABAJO!

    Este trabajo tiene una evaluación de 1 puntos en base a 1 (equivalente a 5%)
    OBSERVACIONES:
    * RECUERDE PARTICIPAR EN LAS TUTORÍAS MEDIADAS PARA COMPLEMENTAR LA NOTA DE ESTA UNIDAD IV.

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